miércoles, 31 de diciembre de 2008

¿SIRVE PARA ALGO EL POETA?

Mucho me temo que esta vez me he extendido demasiado… Hace poco, en el transcurso de una conferencia, oí contestar a un apasionado crítico musical a la pregunta de ¿para qué sirve la música?. La respuesta fue muy simple (y por tanto, muy compleja): la música sirve para diluir el tiempo, algo de lo que el ser humano ha estado siempre necesitado. Algo tan contundente y tan cierto me ha creado una fuerte inquietud: desde una categorización similar ¿soy capaz de decir para qué sirve, entonces, la poesía? ¿Para qué pierde nadie tiempo en escribir o leer poesía? No soy quien –desgraciadamente- para llegar a una respuesta. Pero sí puedo decir que he intentado llegar a ella, y en el camino se me han abierto varios caminos, que son los que ocupan mi entrada de hoy, en un orden que no es gratuito; que cada cual escoja el que quiera, y transite por él hasta donde pueda… por cierto, los versos intercalados se publican (se dan al público) por primera vez… al final de la entrada desvelamos su autoría.

1. La filóloga rampante E. Elsbereth me cuenta que en la esfera anglosajona la poesía se vive y se siente de otro modo, y que es sobre todo porque la literatura se estudia en los colegios de un modo muy distinto al nuestro. En las clases de allí se lee, interpreta y discute poesía, e incluso se escribe como parte del aprendizaje. Mientras, aquí, estamos demasiado ocupados memorizando las biografías y las listas de obras de nuestros autores como para dedicarnos a algo así. Lo más creativo que hacemos al respecto es esa patochada mecánica que viene a llamarse “comentario de texto”. Es muy posible que esta sea la razón de que en los países anglosajones la poesía sea un género de una gran popularidad y vigencia, y que autores como ee cummings o Henley sean conocidos en ámbitos que nos sorprenderían aquí. He oído citar y parafrasear poesía a estadounidenses y británicos de todo pelaje, y me he encontrado poemas en libros de entrevistas, películas, revistas de modas,… Si preguntamos al español medio cuántos poetas conoce de la segunda mitad del siglo XX, probablemente nos conteste que… ninguno. Ni siquiera alguien con una obra tan contundente y asequible como Dámaso Alonso es conocido por el gran público. Una educación en la poesía no puede sino generar una sensibilidad especial, probablemente más poderosa.

“Y aquí estoy yo, mis mundos y mis hielos.
Mi alma de papel y mis estrenos,
robándote un rincón para inspirarme.”
(De Robándote un rincón)

2. No hace muchos años aparecía un curioso libro en las listas de los más vendidos, con un título muy sugerente: “Más Platón y menos Prozac”. Escrito por un psicólogo norteamericano, Lou Marinoff, venía a defender como una terapia para muchos problemas del alma la lectura orientada de filosofía. En una reedición del mesmerismo dieciochesco (la curación por el espíritu, de la que siempre he sido un ferviente defensor, y de la que tengo algunas sorprendentes pruebas), proponía la excitación del propio cerebro, como una eficaz autoayuda. Pensar como acto medicinal, en suma. Pero, si lo que buscamos es curar el alma, ¿no será mejor aún sentir que pensar? ¿No es mejor bálsamo producir sensaciones que pensamientos? ¿No es más fuerte la poesía que la filosofía?

“Prefiero no esperar nada de nadie,
prefiero contemplar sin ver virtudes.
No quiero ver la luna sin el aire,
la decepción cargada de aptitudes."
(De Hay cárceles que no tienen barrotes)

3. En este orden de cosas, para el descanso diario, la posición horizontal sobre lecho adecuado es lo más indicado para el cuerpo castigado durante tantas horas… pero el cerebro seguirá trabajando, cabalgando a través de diversas fases REM, sin conseguir apagarse del todo. La única manera de afrontar un apagado cerebral adecuado, sin dejar neuronas cargadas por la jornada que termina, y que sólo pueden ser causa de sueño agitado, cuando no de pesadillas, es la imprescindible lectura nocturna, como actividad final antes de apagar la luz. El acceso a realidades distintas de las vividas nos garantiza el vaciado cerebral, pasando a ocuparse de asimilar lo leído, que será lo que quede vibrando y produciendo las últimas sinapsis mientras nos quedamos dormidos. Nada como la poesía a estos efectos, por estar muy cerca del mundo más onírico. Algo así sugiere el cuadro de aquí al lado, del asombroso pintor iraní Iman Maleki, en el que el protagonista se protege de la lluvia de realidades con un libro (suponemos que de poesía).

“El brillo que se cae de aquella nube
y un soplo de rutina necesaria
iluminan la noche que retuve
el verso de esa cala solitaria.”
(De Ausencia de dolor por las ventanas)

4. Si buscamos alguna virtud objetiva de la poesía, creo que la más evidente es su fuerte capacidad de evocación: unos versos bien escritos nos harán sentir con más fuerza y eficacia cualquier sensación, paisaje, que una minuciosa descripción narrada. Dylan, el único poeta de la música popular, conseguía en los ocho minutos de “Hurricane” contar con mucho más poder de convicción la historia del boxeador Rubin Carter, algo que a la película de Norman Jewison le costaba más de dos horas, para llegar a un resultado mucho más pobre y desprovisto de toda emoción. La descripción de un lugar, por ejemplo, es más fuerte si nos transmite la sensación de ese lugar, y no sólo las características espaciales.

“Nada más que tus calles y tu asfalto
me bastan como droga contra el tiempo.
Te robaron las torres al asalto,
seis mil almas que huyen a destiempo.”
(De Nueva York I)

5. Creo que una de las grandes virtudes o utilidades de la poesía viene de la capacidad para generar posibles identificaciones. Si la narrativa tiene la virtud de permitirnos vivir otras vidas, otras épocas, otros escenarios, la poesía nos permite reflexionar sobre nuestras propias vivencias, y es fácil que encontremos vías de exploración hacia nuestros sentimientos, que se despierten recuerdos que yacían olvidados, que revisitemos lugares de otras épocas de nuestra vida.

“Cuatro paredes se abren sin permiso;
atrapo el sol y busco mi cuaderno,
yo con mi soledad sin previo aviso.”
(De Cuatro paredes)

6. El propio Auden (suya es la cita que encabeza este blog, del mismo modo que su título es paráfrasis de un título de otro gran escritor), siendo magnífico poeta, no reconocía a la Poesía (ni a la Pintura, Escultura, Narrativa,...) la misma categoría artística que a la Música. De hecho, sólo ésta era considerada un Arte con mayúsculas, como creación en estado puro. Todos lo demás vendrían a ser “traducciones” más o menos afortunadas de la realidad. Y esto introduce una idea curiosa, la del poeta como traductor de una o varias realidades, es decir, la de alguien cuyo afán es el de convertir a palabras, a un código legible, sensaciones, sentimientos, recuerdos, realidades en suma que son escasamente tangibles y de difícil descripción para el no iniciado en estas lides.

“Estaba en el lugar equivocado
condenado a movimiento forzoso,
en el punto de mira, vigilado
lejos del horizonte silencioso.”
(De Estaba en el lugar equivocado)

7. A lo anterior se puede añadir que el resultado de esa “traducción” hecha por el poeta es muchas veces de difícil interpretación para el lector a que se destina. Muchas veces el poema es tan oscuro como la realidad que oculta. Entonces se produce un fenómeno curioso… el lector debe esforzarse por estar a la misma altura que el escritor, y sólo una comunión entre ambos producirá la comunicación necesaria. Este es, quizá, otro fin de la poesía, el obligar al destinatario a llegar más lejos, a ese esfuerzo para entender más allá de lo cotidiano, sabiendo que la recompensa que aguarda es la de penetrar en una esfera de sensibilidad superior a la habitual.

“La tarde llevo cosida en las manos
con alfileres, la carne de metal.
¡Dame un paraguas intenso y sin final!
¡Borra toda la muerte de mis planos!”
(De Autorretrato)

Tengo el privilegio de ser amigo de un creador de imágenes, que radiografía el alma desde hace tiempo con gran fortuna. David Gutiérrez (Madrid, 1964), poeta ultimísimo, es el autor de los versos que acompañan este artículo. Cuenta ya con un volumen editado (“Poemas en la maleta”), prometedora opera prima que creo que será dentro de unos años un libro buscadísimo por coleccionistas, desde luego por su fantástico contenido, pero también por la esmerada edición, en la que nada se ha dejado al azar, ni la encuadernación, ni el papel, ni la tipografía. Un objeto bellísimo en sí mismo y de gran rareza, con sobresalientes ilustraciones de Laura Gutiérrez, que consiguen ser tan evocadoras como los propios poemas, hasta el punto de que parecen concebidos a la vez. David está ahora dedicado (como tantos de nosotros, vive en el Five O’Clock World que decía la canción) a un proyecto muy interesante, un segundo volumen construido bajo la forma única del soneto, estructura paradigmática. De los primeros frutos de este proyecto he robado algunos cuartetos y tercetos para darle categoría a mi artículo.

OTRA COSA: Quien pueda acercarse a la Casa de América de Madrid, que corra a ver la obra fotográfica de Alberto Korda. Autor de la fotografía más divulgada del siglo XX (obvio decir cuál es), su obra es interesantísima tanto como documento histórico como puramente artístico. “La fotografía está en el ojo del fotógrafo”, decía el señor Korda; en sus fotos se demuestra que el trabajo del fotógrafo es encuadrar y no componer… aunque esto será tema de una de estas semanas. Semblanzas de personajes históricos, revolucionarios jugando al golf, la entrada de los barbudos en La Habana. No hay desperdicio. Resalto una imagen (tan buena como cualquier otra): una serie de personajes muy dispares esperando sentados en una grada, cada uno mirando en una dirección, con uno central leyendo en el periódico un discurso de Fidel… Encuadre, luz, contraste, contenido, está todo ahí. Buscadla y asombraos.

1 comentario:

  1. Que bueno. Ser amigo de un artísta siempre es grato, pero ser hermano, es sublime. Gracias Charly por ilustrarnos la vida y recordarnos de vez en cuando que la zafiedad contemporánea tiene algunas excepciones. Seré asiduo a este blog....Te quiero

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