domingo, 8 de marzo de 2009

CUANDO CONSTRUYAMOS OTRA VEZ

En una de mis recientes cacerías a través de la red del ancho mundo he cobrado una sensacional pieza. Se trata de un libro mítico en su campo, “When we build again”, que fue publicado en Gran Bretaña en plena guerra mundial (la segunda) y que tuvo una enorme influencia en la siguiente generación de urbanistas ingleses y en sus interesantes trabajos. Fue el fruto de un equipo de profesionales que lo editó de forma anónima para resaltar el carácter de obra colectiva (aunque es sabido, por ejemplo, que sus fotografías fueron hechas por el gran Bill Brandt, algunos de cuyos originales pudimos ver en la última edición de PhotoEspaña), y se centraron en Birmingham como ciudad-piloto de la investigación.

Los autores de este libro vieron en el parón que supuso la guerra, e incluso en la destrucción que el “blitz” suponía, una oportunidad de reflexionar sin prisas, de analizar los errores cometidos, de plantear nuevos esquemas, y de pensar cómo debían ser los hábitats urbanos del futuro. ¿Algún lector está pensando lo mismo que yo? Nuestro país se halla sumido en una profunda crisis, y entre sus causas ocupa un puesto destacado la voracidad inmobiliaria de los últimos años, sin duda. No es una guerra, pero en muchos aspectos sociales y económicos, la crisis está produciendo secuelas parecidas…

¿No es por tanto un buen momento para aprovechar el parón, reflexionar con calma, y preparar un futuro mejor? ¿No podemos tomar ejemplo de este equipo de idealistas, que supieron sacar partido a la desgracia? Pues mucho me temo que por ahora, esto no se está haciendo. Desde luego, nuestra clase política ya sabemos que no, están suficientemente ocupados en mantener el culo bien pegado al sillón. Y siento decir que nuestros pretendidos expertos, tampoco.

He asistido hace unos meses a unas jornadas organizadas por el Observatorio de la Vivienda del Ayuntamiento de Madrid. Han sido algo muy parecido a aquellos chistes de “van un ruso, un francés y un español…”. En efecto, los países que nos rodean sí tienen visión de futuro. Representantes de Holanda, Francia e Inglaterra, ligados a distintas universidades, expusieron sucesivamente los estudios en los que se hallan inmersos, buscando las causas de la muerte inmobiliaria, el cómo reorientar la actividad para cuando despierte, qué hacer con el suelo y el “stock” existente, y poner las bases de crecimientos sostenidos, con mayor calidad y adaptados a la demografía y economía futura. Tres ponencias esperanzadoras, imaginativas y cargadas de ilusión.

Y llegó el turno del español, representante de una empresa que realiza los estudios de mercado inmobiliario para el Ayuntamiento de Madrid. Con él, llegó el desenlace del chiste. Todo lo que supo exponer son las medias de sus estadísticas, el producto de simples operaciones aritméticas sobre bases de datos dudosas (de sociedades de tasación) y encuestas telefónicas. A cuánto está la oferta (que no el valor) del metro cuadrado en cada barrio, cuántas viviendas se han vendido, cuántas en mercado primario y cuántas en secundario… No faltaba la noticia de siempre, “un año más, la vivienda demandada ha reducido su tamaño”, como si el comprador realmente prefiriera menos metros y no fuera la razón el que cada vez puede pagar menos. Ausencia de visión de futuro, pero también mal análisis del presente.

Para rematar la jornada, se abrió una mesa redonda para que los “expertos” del sector dieran su visión de la crisis y las soluciones que proponen. Los he puesto entre comillas porque me resulta muy asombroso que reiteradamente se convoque a los mismos (uno de ellos debe vivir sólo de este tipo de eventos, porque no creo que le de tiempo a nada más). Son, precisamente, representantes de las empresas que han colaborado directamente en el hundimiento. ¿Porqué si esta gente es parte del problema, se les deja también opinar en cómo hay que solucionarlo? ¿Es que debemos contratar al que nos ha robado para que después nos instale una alarma?

Entre los sabios, comienza el representante de las Sociedades de Tasación, que tiene el descaro de decirnos que ellos ya sabían la que se nos avecinaba, por lo menos desde hace tres años. Fácil de decir ahora, por supuesto. Y si es cierto, ¿nos podían haber avisado, o estaban muy ocupados llenándose los bolsillos? Mejores sonrisas nos preparaba el flamante nuevo presidente de los promotores (el anterior anda muy ocupado con varios pleitos, creo). Su brillantísima “solución final” pasa porque entre todos les recojamos la basura. Perdón, me refería a que en su opinión, estaba muy claro que el Estado tenía la obligación de comprarles todo el “stock” de viviendas que se les habían quedado colgadas. Además, teníamos a un banquero, clamando por la inyección económica gubernamental, y al rey de la estadística, recordándonos que hay que hacer viviendas cada vez más miserables, por que es lo que demanda el comprador. Sólo faltaba en la mesa un político, y así hubiéramos tenido el grupo completo (¡cuál hubiera sido su solución? a ver si lo adivino… ¿más vivienda protegida?).
Hay que tener muy poca vergüenza para haberse pasado tantos años de recolección sin abonar para después, y ahora dárselas de damnificado, de experto, y de injustamente tratado por los poderes públicos. ¿Nadie se da cuenta de que todas esas acciones nos hunden más en la ciénaga? ¿No habrá en todo Sodoma un único justo, que consiga el perdón para todos? ¿No hay nadie que sepa aprovechar la experiencia para mirar hacia delante?

Es obligación del político promover los grupos de investigación y opinión en este sentido, como es obligación de la banca el financiarlos. También es obligación de los promotores el mirarse el ombligo, y expulsar del sector a tanto arribista inculto y futbolero, primando la actividad de los que sí son profesionales sólidos, que a su vez deben ser capaces de replantearse sus esquemas, ya agotados. En resumen: alguien tiene que publicar un libro que se llame “Cuando construyamos otra vez”. No dejemos pasar, una vez más, la oportunidad, para encontrarnos, en la próxima crisis, diciendo las mismas cosas.

No quiero que se me tache de negativo, ni añadirme al grupo de plañideras que empeora la crisis hablando de la crisis. Voy yo también a mirar al futuro, y a dar ejemplo, desde mis escasos recursos. Por ello, prometo en próximo artículo, aportar nuevas ideas para estos problemas viejos. En realidad, no son nuevas ideas, sino las que todos los agentes del sector conocen perfectamente y siempre callan, no sea que se les cierre algún grifo… lástima que con ello hayan conseguido que se cierren todos. Hasta entonces.