viernes, 14 de mayo de 2010

EL ESPACIO DESORDENADO POR LA OPOSICIÓN

Bajo este pretencioso título –pretencioso porque valdría para muchos otros temas, aunque en su pedantería está su encanto- escribo una breve reseña de la fantástica exposición inaugurada ayer en Madrid, a la que asistí a disfrutar y a saludar al autor, el escultor Fernando Heras Castán, excompañero mío hace ya muchos años en lides muy distintas a éstas.

Junto a la Plaza de Cibeles en Madrid (calle Marqués de Duero, 3, bajo izquierda), y durante las dos próximas semanas desde ayer día 13, Fernando presenta en Madrid su obra más reciente en pequeño formato (pequeño en tamaño y en comparación con sus obras urbanas, que articulan más de un espacio público en diversos núcleos alicantinos).

Hablaba con el escultor cómo después de tantos siglos en que uno de los parámetros que ha definido el Arte ha sido la búsqueda de la Belleza, hoy día éste se ha convertido en un ideal perdido, o al menos, en muchas de las corrientes que llenan las galerías, con pretendidos artistas más cercanos a la mercadotecnia. Si esto es así, creo que la obra de Heras Castán está entonces fuera de la moda y fuera de la época confusa en que vivimos, y que prefiere enmarcarse en la intemporalidad o en el clasicismo, como se quiera entender. En otras palabras, esta obra sí busca la belleza, y desde luego, la encuentra.

Las piezas son a veces evocadoras, muy sensuales en otros casos, algunas enigmáticas como esos gemelos no simétricos… Otras dan la impresión de que se hubieran hecho a sí mismas, coexistiendo la rotura natural de la piedra con la artificial; se establecen entonces un diálogo de fuerzas creativas sin conclusión. Las oposiciones de cualquier categoría, de formas, llenos y vacíos, simetrías que no llegan a serlo, texturas contrapuestas, son quizá la constante en estos mármoles.

Sólo pongo una imagen, robada del blog de Fernando (
www.herascastan.blogspot.com) y de una obra que creo no está en la muestra. Y sólo la pongo como ilustración anticipada, sin querer condicionar la visita: la sorpresa y, sobre todo, el placer de la vista real, tridimensional, del espacio desordenado por estas piezas, supera con creces a cualquier imagen plana.

Y aunque sea feo decirlo, estamos hablando además de un arte asequible, de un arte que uno puede hacer suyo, único y original, privatizando alguna pieza en provecho propio, lo cual no tiene precio en este mundo de clonación imparable y de formatos digitales autoreplicantes. Quién sabe… a lo mejor lo único que nos queda tras esta crisis es el consuelo de la belleza.

Si pueden, acérquense a disfrutar. Si además tienen la suerte de coincidir allí con el autor –creo que es muy probable- no dejen de conversar con él, todo lo que les cuente del proceso creativo y de la propia producción de las piezas resultará interesantísimo. Pero sobre todo, observen sus manos, unas manos curtidas y vigorosas, pero con la capacidad de lo meticuloso: son las manos de un escultor, y por lo tanto, las manos de un artista.

2 comentarios:

  1. Admiro tu capacidad para expresar....las sensaciones y sentimientos que transmiten....las obras de Fernando....gracias por hacernos conscientes de ello....el arte se aprecia en sus esculturas ....y en tus palabras....

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  2. Gracias, Anónimo... ¿Por qué no un evocador seudónimo? ¿O es que eres el autor del Lazarillo, del Mio Cid, de Las Mil y Una Noches?

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