domingo, 8 de febrero de 2009

BOB DYLAN, EL GRAN FABULADOR

Se han escrito incontables páginas sobre Bob Dylan, que es indiscutiblemente uno de los grandes creadores del siglo pasado, y por ahora, también de éste. Con una obra tan coherente como hermética, sus múltiples facetas y reinvenciones forman una compleja personalidad de la que lo único que no corresponde con su realidad es el absurdo papel de adalid de la canción-protesta (¡estúpido nombre!) que la progresía pretendió asignarle. El gran Zimmermann siempre estuvo y sigue estando muy por encima de algo tan banal.

De todas las maneras de acercarse a la obra de Dylan -sabiendo que disgregar sus facetas es sólo una manera de simplificar su estudio, puesto que son esencialmente inseparables- hay una de ellas de la que se encuentran escasas referencias, siendo sin embargo una buena muestra de su capacidad lírica y musical. Se trata precisamente de la cualidad del artista como simple narrador, en ese rol de moderno trovador que al propio Dylan siempre le gustó cultivar.

Esta capacidad se culmina en una época muy concreta de su obra, la que corresponde a los primeros y medios años setenta, quizás por influencia de un hombre de teatro como Jacques Levy, que colaboró con él en alguna de las letras de entonces. Quedan fuera otras narrativas, por supuesto, como esas travesías cercanas al simbolismo, a Rimbaud y Verlaine, de mediados de los sesenta, cuyos mejores ejemplos son “Visions of Johana” y “Desolation Row” (he contado 9 y 22 personajes respectivamente, donde coexisten algunos tan dispares como Caín y Abel, Romeo, el Fantasma de la Ópera, Casanova, Einstein disfrazado de Robin Hood, incluso Ezra Pound pegándose con T. S. Eliot en la cubierta de un barco). También se quedan fuera canciones posteriores como “Journey through dark heat” o “Tight connection to my heart” que son realmente historias más bien introspectivas, narraciones paralelas a viajes interiores. Donde me quiero quedar, al menos ahora, es en la capacidad de contar historias planas, sin artificio alguno ni ocultos sentidos.

¿Qué canciones son los mejores ejemplos de esté subgénero? Creo que “Isis” (6:58), “Black Diamond Bay” (7:32), “Hurricane” (8:33), “Joey” (11:05), “Romance in Durango” (5:41) o “Lily, Rosemary and the Jack of Hearts” (8:50) son una muestra suficiente para encontrar las claves buscadas. Éstas no son otras que aquellas que puedan explicar cómo se puede condensar en no más de ocho minutos una historia completa, con sus escenarios, sus personajes y su trama (véase en este blog “¿Para qué sirve el poeta?”). A estas claves se añade lo inexplicable, que es la genialidad que permite jugar con ellas y mezclarlas, consiguiendo atacar nuestras emociones y hacernos vivas las historias contadas.

El origen de las tramas de estas canciones es variado. Algunas son reales, como la historia del boxeador Rubin Carter, encarcelado por un triple asesinato que no cometió, o la vida del mafioso Joseph “Crazy” Gallo, tan popular en los primeros setenta. No es la primera vez que Dylan se detiene en glosar vidas de personajes singulares, generalmente vidas rotas con violencia antes de tiempo (Lenny Bruce o George Jackson también han sido objeto de canciones suyas). Otras son historias ficticias, o inspiradas en obras anteriores (por ejemplo, Black Diamond Bay acude a situaciones de la novela “Victoria” de Joseph Conrad). Si el autor consigue condensar la historia en unas pocas estrofas es precisamente porque condensa con diversas técnicas los elementos necesarios. Es decir, para concentrarnos en la historia con éxito habrá que obviar descripciones o cuando menos dejarlas en lo esencial.

En lo que a escenarios se refiere, Dylan es directo, y elige ambientes universalmente conocidos, generalmente debido a un fuerte componente cinematográfico, en los que nos puede situar con gran rapidez. Con el aire de los primeros acordes, y ese magistral primer verso, cargado de sonoridad (“Hot chili peppers in the blistering sun”) es imposible no pensar más que en sofocante calor, polvo y el México fronterizo; de este modo, comienza “Romance in Durango”. En “Lily, Rosemary…” basta incluso con los acordes iniciales para situarnos en el salvaje oeste. Y así, con alusiones mínimas (“red lights flashin’ in the hot New Jersey night”) se crean imágenes donde encuadrar la acción.

El inventario de personajes resulta también suficientemente expresivo. Dylan es capaz de manejar, con total corrección, más de una decena de personajes, lo cual, relacionado con la duración de las historias, ya resulta asombroso. Un listado completo resultaría:

-“Isis”: el Protagonista, Isis, el Socio.
-“Black Diamond Bay”: Ella, el Griego, el Recepcionista, el Embajador Soviético, el Soldado, el Hombre Diminuto, el Croupier, el Perdedor, un Extraño, Bob Dylan, Walter Cronkite.
-“Hurricane”: Patty Valentine, el Camarero, Alfred Bello, Rubin Carter, dos amigos, varios policías, Arthur Dexter Bradley, el Herido, el Juez, el Fiscal, el Jurado.
-“Joey”: Joey, Larry, los Hermanos, cinco Enemigos, varios policías, el Juez, varios reclusos negros, el Jefe, Jacqueline, Carmela, María, Frankie.
-“Romance in Durango”: el Protagonista, Magdalena, el Hijo del panadero, Ramón.
-“Lily, Rosemary and the Jack of Hearts”: Lily, Big Jim, el Guardaespaldas, Rosemary, la J de corazones, el Juez de la Horca, el Director de Escena, los Compinches de la J.

Para conseguir tratar tanto personaje en tan reducido espacio, es obvio que la norma general es una absoluta concisión. En general se trata, o bien de personas reales, o bien de arquetipos. En cualquiera de los casos, lo único que Dylan nos dirá de ellos es lo que esencialmente sea necesario para el desarrollo de la historia o para situar al personaje en nuestra imaginación en unos pocos segundos. Es evidente que de Magdalena no hace falta decir mucho: si es la chica del protagonista, y este es un pistolero fronterizo, el oyente puede hacerse su propio retrato sin que interfiera en la trama; no hace falta más descripción. Nos podemos imaginar la turbulenta biografía de Ella (“Black Diamond Bay”) con las pocas alusiones de la primera estrofa, acerca de su pasaporte y del vendaval que se llevó su reciente pasado. También se nos acerca a Big Jim con muy pocas palabras (“he made his usual entrance, lookin’ so dandy and so fine / with his bodyguards and silver cane and every hair in place”). Y magnífica es, por su acertado laconismo, la descripción de Joey cuando sale de la cárcel tras diez años:

“When they let him out in ’71 he’d lost a little weight
But he dressed like Jimmy Cagney and I swear he did look great”

Nada de esto es suficiente, por supuesto. Además hay que conseguir el interés del lector / oyente, y para eso el repertorio de golpes de efecto es muy variado. La intensidad dramática puede resultar subrayada por un momento de humor (el Griego pidiendo en la recepción del hotel una soga y una pluma, o que el Juez de la Horca aparezca borracho cuando más se le necesita) o por sorpresas de distinta naturaleza (un corte en la trama, desviando la acción bruscamente a la casa del mismísimo Bob Dylan en L.A., que está viendo el noticiario de Cronkite, donde se cuenta el final de la historia). Los momentos álgidos de las historias siempre están resueltos con brillantez; como ejemplo, la sentencia que dicta el juez en “Joey”:

“What time is it?” said the judge to Joey when they met
“Five to ten”, said Joey. The judge says, “That’s exactly what you get”

En nuestra imaginación se quedan grabados tantos momentos gloriosos: un disparo misterioso en el camerino de Lily, un tiroteo en el restaurante donde está comiendo Joey con sus hermanos, Rubin Carter sentado como un Buda en una celda de seis pies, esperando justicia, el Perdedor saltando por fin la Banca del Casino… justo cuando un terremoto hunde la isla (“You can take yout money, but I don’t know how you’ll spend it in the tomb”), y tantos otros.


Cualquiera que escriba de vez en cuando (aunque sea un frío informe de empresa) sabe que lo difícil no está en lo que se escribe, sino en lo que no se escribe, es decir, en contar Más con Menos. He aquí otra razón más que avala la genialidad del gran Bob Dylan… y que revela mis carencias… ¡otra vez la extensión del artículo garantiza que nadie haya llegado hasta aquí!

Dos notas a pie de página, genéricas para todo el artículo. En primer lugar, si he dejado los títulos de canciones y las citas de sus letras en versión original, no es por pedantería, sino porque su sonoridad es imprescindible, al ser como se ha comentado, otro de los recursos con los que juega Dylan al escribir. Y en segundo lugar, todas las ilustraciones del artículo son dibujos y pinturas del propio Bob Dylan. Sin entrar en su mayor o menor calidad, que es otra historia, parece que al menos guardan cierta coherencia con su obra músico-literaria.

4 comentarios:

  1. Te pone los pelos de punta pensar cuantas vidas inocentes han sido devastadas por un error humano o por negligencia jurídica. Peor es cuando un ser humano es utilizado como cabeza de turco para saciar la ambición de alguno...Bob Dylan reflejo esto en Hurricane de una manera realmente magustral

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  2. "Me avergüenzo de vivir en una tierra donde la justicia es un juego", dice Dylan al final de Hurricane. Menos es más, de nuevo.

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  3. Carlos, genial, para mi la mejor es Isis (cada uno tiene sus manías), y como es capáz de mezclar una historia entera, con dialogos con ella, y sentimientos que van y vienen ... el reencuentro es simplemente genial: she said where you've been, I said no place special; she said you've been gone, I said that's only natural; she said you wanna stay, I said if you want me to yes ...
    Me ha encantado el artículo. Y ya sabes que para mi tb, Dylan, y luego, pero lejos, los demás ... un fuerte abrazo,
    Iñigo

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  4. Isis tiene una cualidad más, y es que es una historia con una estructura circular... a la última estrofa sigue de nuevo la primera (un recurso que Dylan ya había ensayado en All Along the Watchtower). ¡Qué tipo, este Dylan!

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