miércoles, 20 de noviembre de 2013

CÓMO ELEGIR EL PRÓXIMO LIBRO

Poco a poco me he buscado entre mis allegados cierta fama de lector “retro”, puesto que practico y difundo una teoría un tanto radical a la hora de escoger mis lecturas: salvo contadísimas excepciones, sólo leo libros escritos hace más de, por ejemplo, veinticinco años.

Y esto que no es otra cosa que una medida de higiene lógica, a la mayor parte de las personas a las que se lo cuento les suena a integrismo literario, cuando no a puro esnobismo. He hablado de excepciones, que son estas: no aplico este filtro si se trata de ensayo, si es de algún autor que considero apuesta segura (Thomas Pynchon, siempre, o Umberto Eco, y este no siempre, por ejemplo) o si es de algún amigo o conocido de quien sé personalmente lo que espero, siempre bueno (David Gutiérrez, sin duda).

Una excepción más: atiendo libros de ahora mismo cuando me los regalan en mi cumpleaños, ya que quiero creer en este caso que el donante se lo ha leído antes, lo juzga interesante y más aun, piensa que me puede gustar. Y esta última excepción es la que demuestra la regla y que tengo razón en mantener mi filtro activo. Porque para mi desgracia casi siempre descubro que quien me lo ha regalado –traidor- NO se lo ha leído, más aun, alguno me lo han regalado –cobarde- para saber mi opinión y evitarse el riesgo en persona; otras veces el criterio ha sido acudir a las superventas, pensando –incauto- que garantizan calidad. Y alguna otra, sospecho que directamente se trata de un refrito, quizás incluso ya leído. Maldita sea.

¿Cuál es el resultado? Las pocas veces que he picado y he permitido la excepción he sufrido verdaderas torturas, ya que para mayor desgracia siempre acabo los libros que empiezo. Así, no hace mucho me maravillaba con un Premio Planeta que más bien era un Castigo Universal, escrito por algún ayudante del ayudante de un famoso escritor; también estuve a punto de cortarme las venas con una de las autoras francesas más leídas hoy en día (¡millones vendidos!), con una novela tan falsa como pretenciosa. Y un etcétera no demasiado largo, ya me mantengo siempre alerta.

Evito los títulos y autores concretos no por éstos que se merecen cualquier rapapolvo, sino por los regaladores que -¡pobrecillos!- igual tenían buena intención.

Y es que hoy se publica cualquier cosa y en número exorbitado, cientos de nuevos títulos cada mes cuyo destino es convertirse en pulpa en poco tiempo, ¿o es que alguien se acuerda hoy del bidón de gasolina? Ya que solo vivimos una vez, ¿qué sentido tiene perder el tiempo con libros cuya caducidad es inferior a la de un yogur? Ya que es imposible abarcar todo lo que nos gustaría, ¿para qué abrirnos las carnes voluntariamente? Corremos un riesgo enorme de morir sepultados por infames trilogías (bueno, serán trilogía si el primero vende suficiente). Y sin embargo, ¡qué seguridad tenemos con un título que sigue en la librería después de décadas, que ha visto sucesivas ediciones, y que ha resistido los implacables cambios generacionales!

Es incomprensible que nadie gaste tiempo con un aluvión de novela histórica, mal escrita, llena de anacronismos y enraizada en una Larousse de bolsillo en vez de en la emotiva inspiración de un Maestro como Walter Scott (a ver quién consigue la intriga y romanticismo de Ivanhoe). Es impensable que gente ya de edad y supuesta experiencia haya tenido que descubrir el sexo en una burda saga llena de sombras, sin preferir la experiencia cuasi directa y la crudeza de Mi vida secreta. ¿Cómo es posible que se devoren páginas de costumbrismo barato en vez de dejarse deleitar por la elegancia de Dickens y su Mr. Pickwick?

Lo dicho: el clásico es apuesta segura. Cualquier clásico, menor o mayor. Dadle un par de décadas a un libro y si aún lo encontráis entonces no hay duda.

Y más aún: si se quiere acceder a un mundo exclusivo, a la gastronomía de una literatura superior, explorar un universo estremecedor para el que no todo el mundo tiene el coraje necesario, entonces… habrá que esperar hasta mi próxima entrada… en unas semanas. Suspense.

7 comentarios:

  1. Querido Carlos, si todos hiciéramos lo mismo que tú… no habría libros, porque para durar 25 años, muchos deben ser los lectores que lo sostengan una edición tras otra...

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  2. Pero es una sabia recomendación, sin duda...

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  3. Sí, sí, antiguo... Cuando uno ha sido torturado por "La elegancia del erizo" más le vale andar con pies de plomo.

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  4. Los clásicos, los que se siguen publicando siglo tras siglo, nunca han tenido problemas de lectores. ¿Cuáles son los libros de ahora que seguirán en las librerías dentro de 25 años? Esa es la clave... pero es un trabajo duro descubrirlos, se lo dejo a mis nietos, y yo me quedo muerto de risa con Moliere, luchando en batallas terribles con Roldán, o pasando miedo de verdad con Machen.

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  5. Que cierto todo tio!! Lo mejor lo de la gente que regala libros y ni se los han leído!! Me ha pasado ya muchas veces, debería ser prohibido! Como tu, todo libro que empiezo lo termino, me regalaron el "Comer, Rezar, Amar" (una amiga que nI se lo había leído, pero que le pareció interesante) y menuda tortura!

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    1. ESTIMADO CARLOS:

      MI NOMBRE ES RAMÓN GONZÁLEZ, Y ESTOY BUSCANDO A CARLOS IRISARRI QUE FUE COMPAÑERO DE MI PADRE, RAMÓN GONZÁLEZ DE LARA, EN EL DIARIO ÁFRICA DE TETUÁN (MARRUECOS), DURANTE LOS AÑOS 1940/1960, NUESTRAS RESPECTIVAS FAMILIAS FUERON GRANDES AMIGOS EN ESA ÉPOCA. MI MADRE QUISIERA REANUDAR EL CONTACTO CON LA FAMILIA DE CARLOS IRISARRI ¿ES FAMILIAR SUYO?. ATENTAMENTE. RAMÓN GONZÁLEZ . rgonzalez@ceuta.es

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