martes, 5 de febrero de 2013

PARA MARINA, REPORTERA DEL ROLLING STONE

Si hay un programa de radio que me transmite buenas vibraciones sin duda es “Classic Box” (¿porqué un nombre en inglés, maldita sea?). Me resulta fantástico cómo empatiza su locutor con los oyentes noche tras noche, el buen rollo de éstos y más aún, la variedad de canciones que pueden llegar a pedir; el otro día, hasta cayó un éxito de Baccara. ¡Increíble!

Hace una semana escuché a una chica hacer una declaración de intenciones que me ha subido la moral: Marina, la oyente, llamó para pedir una estupenda canción incluida en la estupenda banda sonora de una estupenda película: Casi famosos. El caso es que, siendo una apasionada de la música, esta película le fascinó tanto hace unos años que le hizo decidir que “de mayor” ella también quería –como el prota- ser reportera de Rolling Stone. No es un sueño de adolescente ni una idea fugaz, porque el caso es que ahora mismo Marina está ya estudiando periodismo en la Universidad, buscando con determinación su futuro.

No es habitual con la que está cayendo encontrar a nadie persiguiendo su sueño. En general, quién más quién menos está luchando por no empeorar, por no perder lo poco que tiene, por sobrevivir unas cuantas semanas más; pero ya todos hemos abandonado cualquier meta que no sea la simple subsistencia. Y cualquier decisión de futuro pasa por estudiar las estadísticas de empleo, como si estas fueran un oráculo a seguir ciegamente, vaciando de sentido esta absurda vida.

Marina, sin embargo, tiene una respuesta tan vital que es contagiosa. No cabe duda que sin meta no hay carrera, sin rumbo sólo hay deriva. Y en una vida cada vez más incierta, tener claro al menos un punto del recorrido ya es mucho.

Me imagino que Marina tendrá gente en su entorno (y muchos de los que oían la otra noche la radio) que habrán pensado que es descabellado ir así por la vida. Pero también es seguro que muchos de ellos estarán consultando ahora mismo ofertas de empleo, estudiando carreras que no les llevarán a ningún trabajo, tomando decisiones muy alejadas de lo que les pide el corazón, enterrándose en el marasmo gris. Vamos, que creo firmemente que la postura de Marina es la más cuerda que se puede tener, y que hace más que probable llegar a algo muy parecido a lo que uno quiere. Ya tengo una cierta edad, y lo he comprobado en mucha gente de mi entorno.

Marina, no te deseo suerte; no la necesitas. Eso sí, me muero de ganas de leer tus crónicas en Rolling Stone. Muchas gracias.

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