lunes, 21 de noviembre de 2011

RESACÓN ELECTORAL

La reciente jornada electoral se me ha atragantado (alergia a la política, me parece) y he pasado mala noche… he tenido terribles pesadillas, y como Juan en Patmos, no veo otro modo de quitarme el miedo que difundir desde aquí la profecía que me ha sido dada.
En mi visión, un enorme Dragón de dos cabezas mantenía el territorio asolado… aun siendo del mismo bicho, cada cabeza era distinta a la otra, de tal manera que a una parte de la población le daba pánico una de ellas, y la otra no tanto, y a la otra parte le sucedía lo contrario. No sé de qué dependía que te diera más miedo una cabeza que la otra, probablemente de la educación recibida de pequeño, o de dónde vivía tu abuelo cuando empezó la Gran Infamia…
Y el Dragón, consciente de la situación, se aprovechaba del miedo del populacho, y cada cabeza hacía ver un terrible –aunque falso- antagonismo hacia la otra, de modo que los aterrorizados por la cabeza de la Izquierda sólo confiaban ya en la cabeza de la Derecha para mantener aquella a raya, y los sobrecogidos por la cabeza de la Derecha, trataban de ganarse el favor de la cabeza de la Izquierda, confiados en que era la única manera de frenar las tropelías de su melga (bueno, de su gemela, para los que no sean murcianos).
Y era el crujir y el rechinar de dientes.
Y así, la mitad de la muchedumbre, esquilmaba su propia tierra alimentando sin cesar a una de las cabezas, para garantizar su defensa ante los desmanes de la otra, que no hacía más que amedrentarlos con promesas de muerte y destrucción; y la otra mitad de la plebe vivía en simétrica situación (pero con las cabezas en el rol contrario, claro está… menudo lío que me estoy haciendo… ¿se me entiende, no? con el miedo que he pasado…).
Y los años se iban sucediendo, y los infelices campesinos vivían con el terror a una de las cabezas, y por ello votaban sin cesar a la otra, perdón, la alimentaban quería decir, y el Dragón, que había encontrado el modo de vivir sin pegar golpe, se complacía en el teatro de la permanente oposición, sabiendo que de un modo u otro, tenía dos bocas bien alimentadas para siempre…
Y las dos cabezas sólo unían sus fuerzas cuando aparecía algún profeta de luenga barba y blanca vestidura a desenmascararlas, tratando de romper este círculo vicioso, señal por la cual los escasos justos del reino reconocían la superchería, aunque eran voces que clamaban en el desierto.
Y los ignorantes labriegos, sordos ante las profecías y negándose a reconocer las señales que en el cielo aparecían, como vírgenes desprovistas de aceite en sus lámparas, no se daban cuenta de que cada cabeza existía únicamente porque existía la otra, y era el miedo a cada una de ellas la que perpetuaba la existencia de la otra, y no eran capaces de entender que ambas servían al mismo cuerpo, y que esta situación mantenida de forma eterna no servía más que para engordar al dragón y agostar, cada vez más, la bendita tierra que heredaron de sus antepasados.
Y en esto, me desperté. Caramba, qué nochecita. Así se conviertan todos en estatua de sal, maldita sea…

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