viernes, 2 de octubre de 2009

JUICIOS Y PREJUICIOS

Tras un largo paréntesis estival y otra vez metido de lleno en mi torbellino, me encuentro otra muestra más de que este mundo, este viejo mundo mío, se está trastocando, y a veces me da la sensación de que la velocidad con que gira es pasmosa. “Time is a jet plane”, decía Robert Zimmerman...

El caso es que mi amiga Z. nos ha dejado con la boca abierta, porque acaba de “salir del armario” (esta expresión es odiosa, pero no es ocasión de jugar con la ética lingüística, que estamos ante un tema de importancia). Hace unos días, Z. ha hecho público que comparte su vida desde hace años (más o menos, una década) con otra mujer, y no contenta con ratificar vagas sospechas –en diez años algo se ha notado- ha decidido casarse, además.

Sé qué habrá lectores a quienes todo esto no parezca extraordinario, y que se mueven en un ambiente donde las relaciones “alternativas” (joder con las expresiones correctas) no son ninguna novedad. En el ambiente en que me muevo, en cambio, sí lo son. A
veces incluso no sólo una novedad, sino una novedad dudosa. El miedo a lo que es diferente a nosotros mismos a veces se trastoca en censura o desprecio (¡tanto afán por destacarnos del resto, por ser más originales, y a la hora de la verdad nos aterra despegarnos de lo mediano!).

Confieso que yo mismo, supongo que por deformación profesional -la forma sigue a la función, y todo eso-, siempre he creído que lo normal o lo correcto venía ya condicionado por el diseño, sin más posibilidades. Y de pronto, esta identificación entre comportamiento y biología se me está antojando ahora una etología un tanto pobre, más cercana a los patos de Konrad Lorenz que a lo que debe primar al relacionarnos con nuestros semejantes, e incapaz de explicar los insondables misterios de nuestra ignota humanidad.

Así, y por más que lo intento, y desde mi minúsculo punto de vista -un átomo en un universo inconcebible- no consigo encontrar nada reprobable en esta historia. No puede tratarse de un mal funcionamiento biológico, de una “desviación”, ya que mucho me temo que a Z. no le gustan las mujeres, sino que le gusta SU mujer. No puede existir tampoco una contaminación ambiental, por cuanto esta amiga procede de un entorno tan cerrado como el mío. Y tampoco se podrá argumentar que es un comportamiento fruto de la inexperiencia en las relaciones “convencionales”, ya que sucede que cuando Z. conoció a su pareja, ambas mantenían relaciones estables con sendos maromos, y ambas cambiaron la tranquilidad de esa “normalidad” por una vida incómoda y opaca, por una vida de doble factura, que en muchos momentos habrá resultado asfixiante, pero que siempre les ha valido la pena, con tal de entregarse cada una a la otra.

Como a los padres de “Adivina quién viene a cenar”, ya no me quedan argumentos para el rechazo, y para ser negativo sólo me queda pensar en cómo un entorno injusto y miope pueda interferir en la pareja. Pero si esta relación ya ha pasado por tantos años de renuncia a la comodidad, se ha reforzado en un enorme brío común de mantenerse aún bajo un disfraz, evitando cualquier interferencia, y ha culminado en la valentía de sacar la verdad finalmente a flote, mucho me temo que pocas presiones pueden importar ya. Menuda fuerza y convicción hay que tener. Aquí, sólo puede haber una respuesta a todas las preguntas, y esa es el Amor, uno de tal magnitud que no habrá dinamita que lo venza. Aquel que tenga el convencimiento de que el suyo le compensaría por pasar diez años de juego del escondite, por un rechazo de gran parte del mundo en el que ha vivido, incluyendo familia y supuestos amigos, aquel, que ose dudar de lo que no entiende. Los demás, manténganse en silencio.

En conclusión, me temo que tengo que replantearme aún muchos de mis esquemas, y que no puedo dar nada por consolidado... ¡a mi edad! Tendré que darte las gracias, Z., por recordarme que aún tengo mucho que aprender. Te deseo (os deseo) lo mejor. Y recuerda que quien ni siquiera hace el esfuerzo de entender, es probablemente porque carece de importancia.

OTRAS COSAS: Empieza la temporada imparable... vendrá Palladio a CaixaForum, para curarnos de la triste publicidad del miembro del “star system” que por fin cierra, curación que ya ha iniciado Niemeyer en la Telefónica (que por cierto, ha cedido definitivamente sus espacios más nobles al triste comercio de móviles, expulsando la Cultura a la planta tercera; ello no hace la muestra de maquetas, dibujos y fotografía del gran creador brasileño menos imprescindible). Y son inminentes las sorpresas en el Prado y en el Thyssen, donde dos grandes pintores, poco conocidos del gran público, serán objeto de sendas muestras casi completamente inéditas.

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